Conseguimos localizar una mesa libre y allí que vamos. Las chicas de la cafetería
se toman la vida con mucha calma por lo que puedo observar… Al cabo de un rato
deciden atendernos, no hablan español ni nosotros polaco y tampoco disponen de
una carta en nuestro idioma. Así que toca utilizar nuestro séptimo sentido y
nuestros conocimientos del día anterior. Decidimos pedirnos Zurek, que es una
sopa polaca elaborada a base de harina de centeno y carne.
Por 5 eslotis cada uno conseguimos comer y beber algo en la
cafetería del campo.
A las 15:30 salió nuestro autobús hacia Birkenau, o lo que
es lo mismo, Auschwitz II.
La famosa entrada a Birkenau es impresionante.
A mi personalmente, nada más ver esto me recordó a “La vida
es bella” de Roberto Benigni.
La gente que llegaba por estas vías a Birkenau, sobre todo
en los últimos años de funcionamiento del campo iban directamente a las cámaras
de gas. Sólo se salvaban los niños y niñas menores 14 años que tuvieran las
medidas y la fisonomía alemana que eran dados en adopción a familias alemanas.
Durante la visita pudimos ver uno de los vagones que
utilizaban los alemanes para transportar a los presos a sus campos de
concentración.
Estos vagones permanecían cerrados lo que durara el viaje y
los pasajeros no se podían casi ni mover, estaban llenísimos. Disponían de un
depósito de agua pero no era suficiente en algunos casos, al igual que la ventilación y la entrada de oxígeno. Muchos llegaban muertos a los campos.
Más adelante pudimos visitar el monumento a los fallecidos
en los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau.
Visitamos los barracones donde vivían los presos en Berkinau
y a decir verdad, Auschwitz era un complejo hotelero de lujo con sus bloques de ladrillo.
Estos barracones de madera eran bastante fríos, en las
camas dormían hasta 3 presos y con el peso y el tiempo se rompían haciéndoles
dormir en el suelo. El techo era de madera y cuando la nieve de derretía el
agua que se filtraba embarraba todo el suelo.
Por ultimo visitamos las letrinas de Berkinau, aunque parezca extraño era el lugar de
trabajo preferido por los presos, ya que a este lugar no se acercaban los
soldados por su desagradable olor y por miedo a contraer alguna enfermedad.
Un dato curioso que nos contó el guía es que los presos solo
podían hacer sus necesidades dos veces al día, antes y después de la larga
jornada de trabajo. Si las hacían en otro momento y las SS los veían eran
castigados.
A las 17h terminamos nuestra visita en Birkenau, la verdad es que un poco asombrados por todo los visto y por toda la información que nos habían relatado sobre los sucesos en esos campos de concentración de los alemanes.
El autobús nos recogió a las 17:30h y sobre las 19h estábamos de nuevo en el hotel.
El día por los campos la verdad es que fue de maravilla, andamos mucho pero valió la pena y no se hizo para nada pesado. Un día entretenido aunque un poco desolador.
Marta Alonso Arnal
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